La escalada armamentista en Estados Unidos y México

Hago un paréntesis en los temas globales que he venido abordando, debido a la enésima masacre en los Estados Unidos, donde un solo tirador de nombre Omar Mateen, de origen afgano, asesinó a 50 personas e hirió a 53 en un bar gay de Orlando, Florida, la mayoría hispanos. Con independencia de que previamente este sujeto declaró su simpatía al Estado Islámico, la información más certera es la que ha declarado el presidente Obama, en el sentido de que se trata de “un claro ejemplo del extremismo autóctono” y que “todavía no han encontrado pruebas de que actuara dirigido por un grupo terrorista”.

Esta declaración es importante pues evidencia el hecho de que muchas veces son los propios estadounidenses los que llevan a cabo ataques terroristas y no necesariamente los extranjeros. El mismo Obama ha dicho que su gobierno debe asegurar que “no sea tan fácil conseguir armas para una persona que quiera hacer tanto daño”, además de reconocer la necesidad de “hallar formas de reducir la violencia armada de manera consistente con la segunda enmienda”, aquel anacrónico precepto constitucional que protege el derecho a tener armas de fuego, defendido a muerte por grupos conservadores y retrógrados como la Asociación del Rifle y gobernadores como el de Texas.

Esta enérgica campaña de desarme doméstico que ha realizado Obama es la que le ha valido merecerse realmente el Premio Nobel de la Paz que recibió de manera adelantada en 2009. Recordemos que este premio fue criticado ya que Obama continuó el conflicto bélico en Medio Oriente: de acuerdo al Consejo de Relaciones Internacionales, sólo en 2015 su gobierno lanzó 23 mil 144 bombas sobre Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen, Siria y Somalia, además de que ha ordenado infinidad de ataques con drones, causando gran mortandad a civiles árabes y musulmanes sin arriesgar a soldados norteamericanos.

Con todo, el activismo de Obama no ha evitado las masacres ni el tráfico de armas a otros países. Cabe recordar la “Operación rápido y furioso”, por la cual una agencia de seguridad norteamericana deliberadamente permitió a comerciantes de armas con licencia vender armas de fuego a compradores ilegales, con la “esperanza” de rastrear aquellas que llegarían a los líderes de cárteles de droga mexicanos y arrestarlos. Por supuesto no se logró el objetivo pero vino a incrementar la proliferación de armas responsables de la muerte violenta de miles de mexicanos, situación que para algunos expertos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) se está convirtiendo en una epidemia demográfica que no ha sido debidamente afrontada por el Estado.

Por si fuera poco, datos del Instituto Internacional de Estudios de la Paz de Estocolmo (SIPRI), indican que entre 2011 y 2015 la importación de armas de fuego a México aumentó 331% comparada con el periodo 2006-2010; por su parte, la SEDENA apunta que la venta de armas legales al público general creció nueve veces al pasar de 956 en 2001 a más de 10 mil en 2015. No hay que ser un genio para deducir que el boom en la adquisición de armas se debe a la percepción de inseguridad ciudadana y desconfianza en las instituciones.

En octubre del año pasado escribí que los canjes y decomisos de armas hechos por el gobierno alentaban a exclamar un “Adiós a las armas”. Sin embargo, ante la brutal evidencia de una escalada de armas, reitero que los esfuerzos no han sido suficientes y ahora me invade el desaliento…

Rodrigo Sánchez Arce,

rodrigo.pynv@hotmail.com

Este artículo fue publicado el día 16 de junio de 1016 en el periódico logo-sol-de-toluca

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